No es así, dicen. Es inútil querer ser creativo con tus hijos. Ellos ya se saben la historia y por más que tú intentas generar nuevas espectativas, indagar nuevas posibilidades, retocar situaciones, cambiar finales, incluir personajes, mezclar argumentos, al final acabas contando la historia como siempre fue. Es el placer estético de quien contempla un paisaje de ensueño. Es la seguridad de que todo está en orden, la tranquilidad de que uno pisa terreno conocido. Así son a veces nuestros hijos.

Y sin embargo, la tierra gira. Mi propuesta es que todo puede moverse y que tú puedes conseguir con un poco de ánimo lúdico escribir la historia de "Caperucita verde y los siete cerditos" (Caperucita en Manhattan creo que ya la escribió Martín Gaite). Te indico algunos títulos: Barbanegra y con botas. La princesa de los macarrones. El gasto de las botas.