Comenzamos un nuevo curso en "La redacción con los blogs". La gran mayoría de las nuevas entradas están pensadas para personas con un nivel consolidado de expresión escrita e hipertextual. Hemos de ir superándonos poco a poco, somos tiempo, evolución, transformación, novedad y viento. Bienvenidos a la nueva temporada 2010/2011


La redacción con los blogs encierra un plan de redacción. ¿Por qué con los blogs? ¿Y por qué no? Los blogs representan “internet sin esfuerzo”, internet al alcance de todos.
Y esa gran facilidad de manejo es la que me ha llevado a desarrollar este plan de redacción con los blogs. Los principales contenidos del área de lengua y las características esenciales de los blogs se asocian en este plan de redacción. El contenido y la herramienta. La palabra y su medio de difusión. En el pasado escribir y leer era cosa de papel y bolígrafo. Luego fue cosa de ordenador y procesador de textos. Ahora la alfabetización consiste en manejar, adecuadamente, las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC).

sábado, 16 de febrero de 2008

NADA LEO, 16

Uno de los amigos de Andrea, Iturdiaga, cuenta su situación de enamorado ciego. Los diferentes mundos de cada uno de los personajes se van poniendo así de manifiesto.

He querido contaros mi nueva aventura desde que llegué y me he distraído. Anoche mismo encontré mi alma gemela, la mujer ideal. Nos hemos enamorado sin decirnos una sola palabra. Ella es extranjera. Debe de ser rusa o noruega. Tiene pómulos eslavos y los ojos más soñadores y misteriosos que he visto. Estaba en aquel mismo cabaret donde vi a Jaime, pero parecía descentrada allí. Iba elegantísima y la acompañaba un tipo extraño que se la comía con los ojos. Ella le hacía muy poco caso. Estaba aburrida, parecía nerviosa... En ese momento me miró... Fue un segundo solamente, amigos, pero ¡qué mirada! Me lo decía todo con ella: sus sueños, sus esperanzas... Porque he de advertiros que no es una aventurera, se trata de una muchacha tan joven como Andrea, delicada, purísima...

—Te conozco, Iturdiaga. Ya tendrá cuarenta años, llevará el pelo teñido y habrá nacido en la Barceloneta...

—¡Guíxols! —gritó Iturdiaga.

Perdona, noi, pero sé cómo las gastas...

——Bueno, pues, no termina ahí la aventura. En aquel momento el tipo que la acompañaba volvió porque había ido a pagar la cuenta y los dos se levantaron. Yo no sabía qué hacer. Cuando llegaban a la puerta, la muchacha se volvió a mirar hacia dentro del cabaret, como buscándome... ¡Amigos! Salté de la silla, dejé el café sin pagar...

—Luego era café y no absenta.

—Dejé el café sin pagar y corrí tras ellos. En aquel momento mi rubia desconocida y su acompañante subían a un taxi... No sé lo que sentí. No hay palabras para expresar aquel desgarramiento... Porque ella cuando me miró la última vez lo hizo con verdadera tristeza. Era casi una llamada de socorro. Hoy he pasado todo el día medio loco buscándola. Es necesario que la encuentre, amigos míos. Una cosa así, tan fuerte, no pasa más que una vez en la vida.

—A ti (que eres un ser privilegiado) te sucede cada semana, Iturdiaga....

jueves, 14 de febrero de 2008

NADA LEO, 15

En este capítulo resulta especialmente relevante, ya hasta angustioso, todo el seguimiento que realiza Andrea entre las calles de la ciudad tras su tío Juan. Deberías fijarte especialmente en esa sensación.


Cada vez que por una bocacalle veíamos las Ramblas, Juan se sobresaltaba. Movía los ojos hundidos en todas direcciones. Se mordía las mejillas. En la esquina de la calle del Carmen —más iluminada que las otras— le vi quedarse parado, con el codo derecho apoyado en la palma de la mano izquierda y acariciándose pensativo los pómulos, como presa de un gran trabajo mental.

El recorrido que hacíamos parecía no tener fin. Yo no tenía idea de dónde quería ir él, ni casi me importaba. Se me estaba metiendo en la cabeza la obsesión de seguirle y esta idea me tenía cogida de tal modo, que ni siquiera sabía ya para qué. Luego me enteré de que podíamos haber hecho un camino dos veces más corto. Cruzamos, atravesándolo en parte, el mercado de San José. Allí nuestros pasos resonaban bajo el alto techo. En el recinto enorme, multitud de puestos cerrados ofrecían un aspecto muerto y había una gran tristeza en las débiles luces amarillentas diseminadas de cuando en cuando. Ratas grandes, con los ojos brillantes como gatos, huían ruidosamente a nuestros pasos. Algunas se detenían en su camino, gordísimas, pensando tal vez hacernos cara. Olía indefiniblemente a fruta podrida, a restos de carne y pescado... Un vigilante nos miró pasar con aire de sospecha al salir nosotros a las callejuelas de detrás, corriendo como íbamos uno detrás de otro.

Al llegar a la calle del Hospital, Juan se lanzó a las luces de las Ramblas, de las que hasta entonces parecía haber huido. Nos encontrábamos en la rambla del Centro. Yo, casi al lado de Juan. Él parecía olfatearme desde la subconsciencia, porque a cada instante volvía la cabeza hacia atrás. Pero aunque sus ojos pasaron sobre mí a menudo, no me veía. Parecía un tipo sospechoso, un ladrón que huyera tropezando con la gente. Creo que alguien me dijo una bestialidad. Ni siquiera estoy segura, aunque es probable que se metieran conmigo y se rieran de mí muchas veces. Yo no pensé ni un momento adonde podría conducirme esta aventura, ni tampoco en qué iba a hacer para calmar a un hombre cuyos furiosos arrebatos conocía tan bien. Sé que me tranquilizaba pensar en que no llevaba armas. Por lo demás, mis pensamientos temblaban en la misma excitación que me oprimía la garganta hasta casi sentir dolor.

Juan entró por la calle del Conde del Asalto, hormigueante de gente y de luz a aquella hora. Me di cuenta de que esto era el principio del barrio chino. «El brillo del diablo», de que me había hablado Angustias, aparecía empobrecido y chillón, en una gran abundancia de carteles con retratos de bailarinas y bailadores. Parecían las puertas de los cabarets con atracciones, barracas de feria. La música aturdía en oleadas agrias, saliendo de todas partes, mezclándose y desarmonizando. Pasando deprisa entre una ola humana que a veces me desesperaba porque me impedía ver a Juan, me llegó el recuerdo vivísimo de un carnaval que había visto cuando pequeña. La gente, en verdad, era grotesca: un hombre pasó a mi lado con los ojos cargados de rimel bajo un sombrero ancho. Sus mejillas estaban sonrosadas. Todo el mundo me parecía disfrazado con mal gusto y me rozaba el ruido y el olor a vino.

Ni siquiera estaba asustada, como aquel día en que, encogida junto a la falda de mi madre, escuché las carcajadas y las ridículas contorsiones de las máscaras. Todo aquello no era más que un marco de pesadilla, irreal como todo lo externo a mi persecución.

Perdí de vista a Juan y me quedé aterrada. Alguien me empujó. Levanté los ojos y vi en el fondo de la calle la montaña de Montjuich envuelta, con sus jardines, en la pureza de la noche...

Encontré a Juan por fin. Estaba, el pobre, parado. Mirando el escaparate iluminado de una lechería, en el que aparecía una fila de flanes apetitosos. Movía los labios y con la mano se cogía la barba pensativo. «Éste es el momento —pensé— de poner mi mano sobre su brazo. De hacerle entrar en razón. De decirle que Gloria seguramente estará en casa...» No hice nada.

Juan reanudó la marcha, metiéndose —después de mirar para orientarse— en una de aquellas callejuelas oscuras y fétidas que abren allí sus bocas. Otra vez la peregrinación se convirtió en una caza entre las sombras cada vez más oscuras. Perdí la cuenta de las calles por donde entrábamos. Las casas se apretaban, altas, rezumando humedad. Detrás de algunas puertas se oía música. Nos cruzamos con una pareja abrazada groseramente y metí el pie en un charco enlodado. Me parecía que algunas calles tenían, diluido en la oscuridad, un vaho rojizo. Otras, una luz azulina... Pasaban algunos hombres y sus voces resultaban broncas en aquel silencio. Se me despejaba la cabeza por algunos momentos y me acercaba a Juan para que se viera que iba en su compañía. Cuando otra vez Juan y yo nos quedábamos solos me tranquilizaba, atenta solamente al ruido de sus pasos.

Me acuerdo que íbamos por una calleja negra, completamente silenciosa, cuando se abrió una puerta por la que salió despedido un hombre borracho, con tan mala suerte, que cayó sobre Juan, haciéndolo vacilar. Pareció que a Juan le corría una descarga eléctrica por la espalda. En un abrir y cerrar de ojos le propinó un puñetazo en la mandíbula, y se quedó quieto, aguardando a que el otro se repusiera. Al cabo de unos minutos estaban enzarzados en una lucha bestial. Yo apenas podía verles. Oía sus jadeos y sus blasfemias. Una voz rasposa rompió el aire encima de nosotros, desde alguna ventana invisible: «¿Qué pasa aquí?».

Luego me encontré sorprendida por la animación que súbitamente llenó la calle. Dos o tres hombres y algunos chiquillos, que parecían brotados de la tierra, rodearon a los que luchaban. Una puerta entreabierta lanzaba a la calle un chorro de luz que me cegaba.

Yo estaba llena de terror y procuraba permanecer invisible. No tenía idea de lo que podría pasar unos minutos después. Encima de aquel infierno —como si sobre el cielo de la calle cabalgaran brujas— oíamos voces ásperas, como desgarradas. Voces de mujeres animando a los luchadores con sus pullas y sus risas. Alucinada, me pareció que caras gordas flotaban en el aire, como los globos que a veces dejan escapar los niños.

Oí un rugido y vi que Juan y su enemigo habían caído revolcándose sobre el barro de la calle. Nadie tenía intención de separarlos. Un hombre les enfocó con su linterna, y entonces vi que Juan se tiraba al cuello del otro para morder. Uno de los mirones dio un botellazo a Juan con buen tino, haciéndole dar vueltas y quedar caído en el fango. A los pocos segundos se incorporó.

En aquel momento alguien dio un chillido de alarma parecido a la campanilla de los bomberos o al especial claxon del coche de la policía, que tanto impresiona en las películas. En un instante nos quedamos solos Juan y yo. Incluso el contrincante borracho había desaparecido. Juan se levantó tambaleándose. Oímos en lo alto risitas ahogadas. Yo, que estaba pasmada en una extraña inactividad, reaccioné de pronto, saltando, con una prisa febril, como de locura, hacia Juan. Le ayudé a ponerse completamente de pie y toqué sus ropas mojadas de sangre y de vino. Jadeaba.

Yo oía, en mi cerebro, repercutir los latidos de mi corazón. Me ensordecía su ruido.

—¡Vamos! —quise decir—. ¡Vamos!

No me salió la voz y empecé a dar empujones a Juan. Hubiera querido volar. Sabía o creía que iba a llegar gente de la policía poco después y metí a Juan por otra calle. Antes de torcer la segunda esquina oímos pasos. Juan había reaccionado bastante, pero se dejaba guiar por mí. Me apreté contra su hombro y él me abrazó. Pasó un grupo. Eran individuos que pisaban fuertemente y charlaban haciendo bromas. No nos dijeron nada. Un rato después estábamos separados. Mi tío apoyado en la pared, con las manos en los bolsillos, y cayéndonos a los dos la luz de un farol.

Me miró dándose cuenta de quién era yo. Pero no me dijo nada porque, sin duda, encontraba natural que yo estuviese aquella noche en el corazón del barrio chino. Le saqué un pañuelo del bolsillo para que se limpiara la sangre que le goteaba sobre el ojo.

Se lo até y luego se apoyó en mi hombro, volviendo la cabeza y tratando de orientarse. Yo empecé a sentirme tan cansada como en aquellos tiempos me sucedía con frecuencia. Las rodillas me temblaron hasta el punto de que caminar se me hacía difícil. Los ojos los tenía llenos de lágrimas.

—¡Vamos a casa, Juan!... ¡Vamos!

—¿Crees que me han vuelto loco con el golpe, sobrina? Sé muy bien a lo que he venido aquí...

Otra vez se enfureció y le temblaba la mandíbula.

—Gloria debe de estar en casa a estas horas. Sólo fue a ver a su hermana para pedir que le prestase dinero para las medicinas.

—¡Mentiras! ¡Sinvergüenza! ¿Quién te manda meterte en lo que no te importa? —Se tranquilizó un poco—. Gloria no tiene que pedir dinero a la bruja esta. Hoy mismo le han prometido por teléfono que mañana a las ocho tendríamos en casa cien pesetas que aún me deben por un cuadro... ¿Conque a pedir dinero? ¡Como si yo no supiera que la hermanita no da ni las buenas noches!... ¡Pero ella no sabe que hoy le rompo la cabeza! Conmigo puede portarse mal, pero que sea peor que los animales con sus cachorros, eso no se lo consiento. ¡Prefiero que se muera de una vez la maldita!... Lo que a ella le gusta es beber y divertirse en casa de su hermana. La conozco bien. Pero si tiene sesos de conejo... ¡Cómo tú!, ¡como todas las mujeres!... Por lo menos ¡que sea madre, la muy...!

Todo esto estaba sembrado de palabrotas que recuerdo bien, pero ¿para qué las voy a repetir?

Iba hablando mientras caminábamos. Apoyado él en mi hombro y empujándome al mismo tiempo. En aquellos dedos que me agarraban sentía yo clavarse toda la energía de los nervios. Y a cada paso, a cada palabra, su fuerza se agudizaba.

Sé que volvimos a pasar otra vez por la misma calle de la pelea, envuelta ya en silencio. Allí Juan olfateó como un perro en busca del rastro. Como uno de los perros sarnosos que encontrábamos a veces husmeando en la inmundicia... Por encima de aquel cansancio y de aquella podredumbre se levantaba la luz de la luna. No había más que mirar al cielo para verla. Abajo, en los callejones, se olvidaba una de ella...

Juan empezó a aporrear una puerta. Le contestaron los ecos de sus golpes. Juan siguió pegando patadas y puñetazos un buen rato, hasta que le abrieron. Entonces me apartó de un empujón y entró dejándome en la calle. Oí algo como un grito sofocado allá dentro. Luego nada. La puerta se cerró en mis narices.

Al pronto, estaba tan cansada, que me senté en el umbral, con la cabeza entre las manos, sin reflexionar. Más tarde me empezó a entrar risa. Me tapé la boca con las manos que me temblaban porque la risa era más fuerte que yo. ¡Para esto toda la carrera, la persecución agotadora!... ¿Qué pasaría si no salían de allí en toda la noche? ¿Cómo iba a encontrar yo sola el camino de casa? Creo que después estuve llorando. Pasó mucho rato, una hora quizá. Del suelo reblandecido se levantaba humedad. La luna iluminaba el pico de una casa con un baño plateado. Lo demás lo dejaba a oscuras. Me empezó a entrar frío a pesar de la noche primaveral. Frío y miedo indefinido. Empecé a temblar. Se abrió la puerta a mi espalda y una cabeza de mujer asomó cautelosa, llamándome:

Pobreta.. Entra, entra.

Me encontré en el local cerrado de una tienda de comestibles y bebidas, iluminado únicamente por una bombilla de pocas bujías. Junto al mostrador estaba Juan, dando vueltas entre sus dedos a un vaso lleno. De otra habitación venía un ruido animado y un chorro de luz se filtraba bajo una cortina. Indudablemente se jugaba a las cartas. «¿Dónde estará Gloria?», pensé. La mujer que me había abierto era gordísima y tenía el cabello teñido. Mojó la punta de un lápiz en su lengua y apuntó algo en un libro.

—De modo que ya es hora de que te vayas enterando de tus asuntos, Juan. Ya es hora de que sepas que Gloria te mantiene... Eso de venir dispuesto a matar es muy bonito..., y la sopa boba de mi hermana aguantando todo antes que decirte que los cuadros no los quieren más que los traperos... Y tú con tus ínfulas de señor de la calle de Aribau...

Se volvió a mí:

Vols una mica d'aiguardent, nena?

No, gracias.

Que delicadeta ets, nota!

Y se empezó a reír.

miércoles, 13 de febrero de 2008

EL LIBRO QUE SE LEÍA A SÍ MISMO, (¿NO ES ORIGINAL?)



Había una vez un libro que se leía a sí mismo ( ¿cuando digo leer, quiero decir devorar?) Todo empezó de forma accidental...


¿Sigues? ¿Eres capaz de explicarme cómo acabará esta historia? Ya tienes el planteamiento falta el nudo y el desenlace. ¿Que tal si la desarrollas en tu blog? Estás nombrado para continuar este meme y conseguir que otros también lo desarrollen. Eso te pasa por haberme encontrado. Este blog es también algo así. se parece mucho a este libro que se adueña de sus lectores. Es el destino estaba escrito. Está digerido.


lunes, 11 de febrero de 2008

TERTULIA: ¿YA SABES QUIÉN GANARÁ LA LIGA?

Vivimos en un país en el que todo el mundo entiende de fútbol. Esta tertulia nos lo va a demostrar. ¿Quién no ve al Sevilla campeón?





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SI ME QUIERES NO TE COMAS LAS TILDES
HISTORIAS DE AMOR (Y ORTOGRAFÍA)

Antes de conocer a mi ahora esposo , me gustaba un muchacho; se portaba súper lindo y amable, era atento, divertido, teníamos muchísimos gustos en común y, aunque no era precisamente un Adonis, me gustaba la sinceridad que reflejaba su mirada, amén de sus lindos ojos...
El encanto se rompió cuando me dio su e-mail y comenzamos a platicar por messenger…
Leer cosas como “gentes”, “subistes” y “haiga”, además de la ausencia de “aches”, el cambio de las “zetas” por las “ces” y “eses” me hizo, sentir no repulsión, pero sí flojera por él.

Una historia de amor ... que se fue al traste por culpa de las faltas de ortografía. Como ves esta historia tiene dos caras. La buena y la mala. Seguro que conoces o eres capaz de inventarte una historia parecida, también con dos caras: la buena y la mala. (El lado malo no es obligatorio que esté relacionado con la ortografía. Ésta puede estar de suerte y tener su lado bueno)

NADA LEO, 14


Los exámenes de aquel curso eran fáciles, pero yo tenía miedo y estudiaba todo lo que podía.
—Te vas a poner enferma —me dijo Pons—. Yo no me preocupo. El curso que viene será otra cosa, cuando tengamos que hacer la reválida.
La verdad es que yo estaba empezando a perder la memoria. A menudo me dolía la cabeza.
Gloria me dijo que Ena había venido a ver a Román a su cuarto y que Román había estado tocando sus composiciones de violín para ella. Gloria, de estas cosas, estaba siempre bien informada.
—¿Tú crees que se casará con ella? —me preguntó de improviso, con aquella especie de ardor que le comunicaba la primavera.
—¡Ena casarse con Román! ¡Qué estupidez más grande!
—Lo digo, chica, porque ella parece bien vestida, como de buena familia... Tal vez Román quiere casarse.
—No digas necedades. No hay nada entre ellos en ese sentido... ¡Vamos! ¡No seas tonta, mujer! Si Ena ha venido, puedes estar segura de que ha sido sólo por oír la música.
—¿Y por qué no ha entrado a saludarte a ti?
El corazón parecía que se me iba a saltar del pecho, tanto me interesaba todo aquello.
Veía a Ena en la universidad todos los días. A veces cambiábamos algunas palabras. Pero ¿cómo íbamos a hablar de nada íntimo? Ella me había alejado por completo de su vida.




Así comienza el capítulo 14. Un repaso a los estudios y en seguida las relaciones personales. Ena se ha acercado a Román, ¿por qué será? y se ha distanciado, enormemente, de Andrea. Las personas tenemos, a veces, motivaciones ocultas, de las que no siempre somos conscientes que nos llevan a comportarnos de una u otra manera. ¿Será esto lo que está pasando entre Ena y Andrea? ¿Cómo lo ves tú?

UN POEMA QUE ENREDA EL TÚ Y EL YO

La vida en otra parte, donde tú estés


Qué alegría,
vivir sintiéndose vivido.
Rendirse
a la gran certidumbre, oscuramente,
de que otro ser, fuera de mí, muy lejos,
me está viviendo.
Que cuando los espejos, los espías,
azogues, almas cortas, aseguran
que estoy aquí, yo, inmóvil,
con los ojos cerrados y los labios,
negándome al amor
de la luz, de la flor y de los nombres,
la verdad trasvisible es que camino
sin mis pasos, con otros,
allá lejos, y allí estoy besando flores, luces, hablo.
Que hay otro ser por el que miro el mundo
porque me está queriendo con sus ojos.
Que hay otra voz con la que digo cosas
no sospechadas por mi gran silencio;
y es que también me quiere con su voz.
La vida —¡qué transporte ya!—, ignorancia
de lo que son mis actos, que ella hace,
en que ella vive, doble, suya y mía.
Y cuando ella me hable de un cielo oscuro,
de un paisaje blanco,
recordaré estrellas que no vi, que ella miraba,
y nieve que nevaba allá en su cielo.
Con la extraña delicia de acordarse de haber tocado lo que no toqué
sino con esas manos que no alcanzo a coger con las mías, tan distantes.
Y todo enajenado podrá el cuerpo descansar quieto, muerto ya. Morirse
en la alta confianza de que este vivir mío no era sólo
mi vivir: era el nuestro. Y que me vive
otro ser por detrás de la no muerte.




Pedro Salinas, 1933
La voz a ti debida (1933)







¿Sientes esa no muerte?

MUY SEXY LA BUENA ORTOGRAFÍA, Y DE FIAR

Una alocada tarde de mensajería instantánea por Internet, mi amigo en cuestión conoció a una chica. Después de chatear un rato, coincidiendo en la misma ciudad, ella, pretextando un momento de vulnerabilidad, lo invitó a pasar la noche. Y ambos pasaron la noche en el departamento de la chica.

“¿Te das cuenta de lo mucho que se arriesgaron ella y tú?”, le pregunté sorprendido por la multitud de fatídicas consecuencias que pudieron haber ocurrido. “Sí”, me contestó con su clásico gesto monárquico, “ella me dijo luego que lo que la llevó a ofrecerme la invitación fue mi buena ortografía. Nadie con tan buena ortografía puede ser una mala persona”.

La historia que te pido es bien sencilla. Alguien hace algo arriesgado por otro alguien. ¿Por qué has hecho eso? ¿No sabías que te estabas poniendo en peligro? ¿No te das cuenta de que has asumido unos riesgos excesivos al confiar en esa persona de esa manera? La respuesta es simple y siempre la misma: Una persona con esa ortografía tan exquisita no puede fallarte nunca. ¿Se entiende?



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¿CÓMO VAS DE SOLEDAD?




NADA LEO, 12

¡Qué días incomparables! Toda la semana parecía estar alboreada por ellos. Salíamos muy temprano y ya nos esperaba Jaime con el auto en cualquier sitio convenido. La ciudad se quedaba atrás y cruzábamos sus arrabales tristes, con la sombría potencia de las fábricas a las que se arrimaban altas casas de pisos, ennegrecidas por el humo. Bajo el primer sol los cristales de estas casas negruzcas despedían destellos diamantinos. De los alambres de telégrafos salían chillando bandadas de pájaros espantados por la bocina insistente y enronquecida...

Ena iba al lado de Jaime. Yo, detrás, me ponía de rodillas, vuelta de espaldas en el asiento, para ver la masa informe y portentosa que era Barcelona y que se levantaba y esparcía al alejarnos, como un rebaño de monstruos. A veces Ena dejaba a Jaime y saltaba a mi lado para mirar también, para comentar conmigo aquella dicha.

Ningún día de la semana se parecía Ena a esta muchacha alocada, casi infantil de puro alegre, en que se convertía los domingos. A mí – que venía del campo- me hizo ella ver un nuevo sentido de la Naturaleza en el que ni siquiera había pensado. Me hizo conocer el latido del barro húmedo cargado de jugos vitales, la misteriosa emoción de los brotes aún cerrados, el encanto melancólico de las algas desmadejadas en la arena, la potencia, el ardor, el encanto esplendoroso del mar.

- No hagas historia! – me gritaba desesperada cuando yo veía en el mar latino el recuerdo de los fenicios y de los griegos. Y lo imaginaba surcado (tan quieto, esplendente y azul) de naves extrañas.

Ena nadaba con el deleite de quien abraza a un ser amado. Yo gozaba una dicha concedida a pocos seres humanos: la de sentirse arrastrada en ese halo casi impalpable que irradia una pareja de enamorados jóvenes y que hace que el mundo vibre más, huela y resuene con más palpitaciones y sea más infinito y más profundo.

Comíamos en fondas a lo largo de la costa o en merenderos entre pinos, al aire libre. A veces llovía. Entonces Ena y yo nos refugiábamos bajo el impermeable de Jaime, quien se mojaba tranquilamente ...Muchas veces me he puesto algún chaleco de lana, o un jersey suyo. Él tenía una pila de estas cosas en el automóvil en previsión de la traidora primavera. Aquel año, por otra parte, hizo un tiempo maravilloso. Me acuerdo de que en marzo volvíamos cargadas de ramas de almendro florecidas y en seguida empezó la mimosa a amarillear y a temblar sobre las tapias de los jardines.

Estos chorros de luz que recibía de mi vida gracias a Ena, estaban amargados por el sombrío tinte con que se teñía mi espíritu otros días de la semana. No me refiero a los sucesos de la calle de Aribau, que apenas influían ya en mi vida, sino a la visión desenfocada de mis nervios demasiado afilados por un hambre que a fuerza de ser crónica llegué casi a no sentirla. A veces me enfadaba con Ena por una nadería. Salía de su casa desesperada. Luego regresaba sin decirle una palabra y me ponía a estudiar junto a ella. Ena se hacía la desentendida y seguíamos como si tal cosa. El recuerdo de estas escenas me hacía llorar de terror algunas veces cuando las razonaba en mis paseos por los arrabales, o por la noche, cuando el dolor de cabeza no me dejaba dormir y tenía que quitar la almohada para que se disipara. Pensaba en Juan y me encontraba semejante a él en muchas cosas. Ni siquiera se me ocurría pensar que estaba histérica por la falta de alimento. Cuando recibía mi mensualidad iba a casa de Ena cargada de flores, compraba dulces a mi abuela y también me acostumbré a comprar cigarrillos, que ahorraba para las épocas de escasez de comida, ya que me aliviaban y me ayudaban a soñar proyectos deshilvanados.

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Esta escena de este capítulo 12 está cargada de ensueño y de imágenes cinematográficas: el coche deslizándose por las solitarias carreteras, los protagonistas melena al viento, ... Más allá de todo eso, Andrea, sigue mostrándonos sus sentimientos, sus conflictos emocionales, sus problemas vitales. Por otra parte el círculo de sus amistades vemos cómo se ha abierto y participa del contacto con la burguesía barcelonesa de la época.



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CARA A CARA CON ... PAU GASOL

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Hubo un momento en la temporada pasada, en el que Pau Gasol estuvo a punto de cambiar ya de equipo. Con motivo de aquella situación le hicimos esta entrevista . Sin embargo, ha sido ahora cuando, -¿quién sabe cómo o por qué?- casi sin ruido, la noticia se ha producido: PAU GASOL HA FICHADO POR LOS LAKERS. No solo ha fichado. Ya ha debutado con los Lakers. Y ha triunfado. Ha jugado bien y además, ha ganado. Aprovechamos , pues, esta circunstancia para hacerle esta nueva entrevista en exclusiva para nuestro blog. (Ya sabes cómo funciona, escribes una respuesta y dejas una pregunta para el siguiente)

- Pau, ¿cómo te sientes ahora, ante esta nueva etapa de tu vida?


Carles C. dijo

Me siento muy bien con ganas e ilusión de demostrar lo que valgo y porque un equipo de tanto prestigio en la NBA y de gran nivel como los Lakers se han fijado en mi para reforzar estre gran equipo que e intentaré añadir mi granito de arena con tal de llegar a lo más alto; a muchos jugadores les gustaría estar en mi situación y me muestro muy feliz y agradecido a los que han hecho posible este traspao.

- ¿Porqué crees que los Lakers se han fijado en ti para reforzar su linea interior?

6 Febrero 2008 | 07:35 PM

aleixxx

aleixxx dijo

(bueno yo no entiendo mucho de básquet jejeje)
Creo que me han escogido porqué realizava buenas actuaciones con los grizzles (no sé como se escribe) y creo que puedo llegar a hacer actuaciones aún más positivas, sólo tengo que adaptarme a su estilo de juego, concentrarme y intentar dar lo máximo en cada partido. Y, personalmente, creo que puede realizar grandes temporadas aquí en Los Angeles.

- ¿Crees que vas a ser un ídolo como Bryant aquí en Los Lakers?

6 Febrero 2008 | 07:43 PM

Patrícia

Patrícia dijo

Bueno un ídolo no lo sé, pero si más no me gustaría que supieran apreciar mi juego y saberlo valorar como es devido. Y lo de ser un ídolo cómo Bryant pues eso el tiempo lo dirá.

-Cómo és tu relación con los nuevos compañeros del equipo?

6 Febrero 2008 | 09:03 PM

unmonduesclassesdepersones

unmonduesclassesdepersones dijo

- La verdad al principio vas un poco perdido, pero es genial. Me han aceptado muy bien y además me han enseñado muchas cosas. Son unos magníficos jugadores, pero además unas personas geniales. Les he cogido cariño rápidamente.

- ¿Qué sentiste cuando hiciste tus primeros puntos en este equipo y la gente te aplaudió por primera vez?

6 Febrero 2008 | 10:34 PM

caminante de los planos

caminante de los planos dijo

Me senti por primera vez dentro de el equipo, note toda la energia de mis compañeros, y diria que eso me ayudo a puntuar el resto.

- ¿Crees que este canvio de equipo ara canviar tu forma de jugar, o seguiras como siempre?

6 Febrero 2008 | 11:33 PM

xavi morera

xavi morera dijo

- No, precisamente creo que me han escogido a mí por la forma de jugar que tengo, así que cambiar mi estilo no sería muy lógico. Lo que tengo que hacer es adaptarme al nuevo sistema del equipo y conocer a mis nuevos compañeros, con los que he empezado con buen pie.

- ¿Crees que puede haber problemas con Kobe Bryant si, ahora que estas tú, él anota menos puntos?

7 Febrero 2008 | 08:21 PM

Abelito

Abelito dijo

- Todo lo contrario. Kobe es un magnífico jugador y lo seguirá siendo. Creo que mi papel en el equipo consiste en ayudar lo máximo posible para conseguir todos los titulos posibles, y con la ayuda de Kobe y de todo el equipo creo que lo podremos aconseguir.

- 24 puntos, 14 asistencias, 1er partido en un equipo nuevo, satisfecho no?

(no sabia que preguntar jajaja)
¡cuidense sobre todo gente!

7 Febrero 2008 | 10:30 PM

its-my-life-but-all-in-words

its-my-life-but-all-in-words dijo

- ¿Y qué tal con Kobe? ¿Un gran compañero?

- Si, muy bien. Desde el primer momento hemos conectado a la perfección. Realmente, repito, estoy muy feliz de haber acabado aquí a los Lakers. Junto con Kobe, Phil Jackson (el entrenador) i todo el staff técnico: como por ejemplo Abdul-Jabbar (entrenador de pívots).

- ¿Piensas realmente en el anillo de campeón de la NBA?


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¿QUÉ OPINAS TÚ?

Me envía Marc este vídeo de Amnistia Internacional. Me ha parecido interesante y quiero que lo veas y que opines sobre él.

VIAJAR ES UN PLACER,
POEMA COLECTIVO CON MUCHA MARCHA

Domitilo
llegó al río Nilo
montado en un cocodrilo.

Pelines
llegó a la China
montado en una gallina.

Antón
llegó a León
montado en un camaleón.

Ramona
llegó a Barcelona
montada en una mona.

Marujilla
llegó a Cercedilla
montada en una ardilla.

Simeona
llegó a Gerona
montada en una leona.

Enriqueta
llegó a la meta
montada en avioneta.

Y Gloria, la autora,
llegó al fin
montada en un delfín.

GLORIA FUERTES

A mi se me ocurre que,

Javier

llegó a Granollers

atado a un palier.

¿Y

a

ti?


A VER SI TE APRENDES YA LA POESÍA (LA ORTOGRAFÍA)

¡Qué bueno este poema de Liliana que he encontrado! Una oportunidad única en este febrero de los enamorados. ¡Vamos a unir por siempre la ortografía y la buena suerte.!

Él le escribía mil cartas
que ella nunca respondía.
Eran cartas con amor
y faltas de ortografía.
En laberintos de letras
se perdía a cada instante.
Sus mensajes tropezaban
con todas las consonantes.
Nunca encontraba la erre
y le faltaban las comas
o en lugar de usar la ge
ponía siempre la jota.
En el mar de las palabras
naufragaba cada día
su amor que no respetaba
las reglas de ortografía.
Necesitaba la zeta
para poder abrazarla.
Con las haches que sobraban,
sería imposible amarla.
Enredado en alfabetos,
buscaba su corazón
cómo decir que la amaba
sin signos de puntuación.
Con litros de tinta verde
lo ayudaba la maestra
y corregía las cartas
que no tenían respuesta.
Pero ella seguía ignorándolo
y él decidió hablarle un día.
(Al fin y al cabo no hablaba
con faltas de ortografía).
Le dijo que la quería
con todo el abecedario.
Prometió estudiar las reglas
y comprarse un diccionario.
Ella aceptó y los dos juntos
escriben desde ese día
su hermosa historia de amor
sin faltas de ortografía.

CURIOSIDADES

ME LO LLEVO

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8 Febrero 2008

DUERMETE NIÑO DUERMETE

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8 Febrero 2008

¿TIENES HORA? ¿SABES QUÉ DÍA DE LA SEMANA ES HOY?

A Day Clock

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domingo, 10 de febrero de 2008

AMOR EN LA BIBLIOTECA, LILIANA CINETTO

Cuentan que cuentan que había
una vez una princesa
que vivía en un estante
de una vieja biblioteca.
Su casa era un cuento de hadas,
que casi nadie leía,
que estaba entre un diccionario
y un libro de poesías.
Solamente algunos chicos
acariciaban sus páginas
y visitaban a veces
su palacio de palabras.
Desde la torre más alta,
suspiraba la princesa.
Lágrimas de tinta negra
deletreaban su tristeza.
Es que ella estaba aburrida
de vivir la misma historia
que de tanto repetir
se sabía de memoria:
la bruja que la hechizaba
por envidiar su belleza
y el príncipe rescatándola
y casándose con ella.
Cuentan que cuentan que un día
justo en el último estante
alguien encontró otro libro
que no había visto antes.
Al abrir con suavidad
sus hojas amarillentas
salió un capitán pirata
que estaba en esa novela.
Asomada entre las páginas
la princesa lo miraba.
Él dibujó una sonrisa
sólo para saludarla.
Y tarareó la canción
que el mar le canta a la luna
y le regaló un collar
hecho de algas y espuma.
Sentado sobre un renglón.
el pirata, cada noche,
la esperaba en una esquina
del capítulo catorce.
Ella subía en silencio
una escalera de sílabas
para encontrar al pirata
en la última repisa.
Y se quedaban muy juntos
hasta que salía el sol,
oyendo el murmullo tibio
del mar, en un caracol.
Cuentan que cuentan que en mayo
los dos se fueron un día
y dejaron en sus libros
varias páginas vacías.
Muchos otros personajes
ofendidos protestaban:
–Las princesas de los cuentos
no se van con los piratas.
Pero ellos ya estaban lejos,
muy lejos, en alta mar
y escribían otra historia
conjugando el verbo amar.
El pirata y la princesa
aferrada al brazo de él
navegan por siete mares
en un barco de papel.


De: "Veinte Poemas de Amor y un Cuento Desesperado"

Una emotiva historia en forma de poema que se entremezcla con los libros. ¿Qué haces con ella? ¿Te la aprendes, escribes otra parecida, le llevas la contraria a la autora, ...? Tú decides. Te la regalo. Pero haz algo con ella.


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UNO MÁS UNO IGUAL A TRES (1+1=3)

Primer espectáculo infantil-familiar de la Compañía Arrieritos. Nominado a los Premios Max de las Artes Escénicas como MEJOR ESPECTÁCULO INFANTIL...



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NADA LEO, 13

En este capítulo Andrea continúa descubriendo los ambientes artísticos y bohemios de otros compañeros de la facultad y amigos, también, de Ena. Se habla de Pons, Guisols, ... La descripción de Santa María del Mar también es reveladora y precisa. ¿Cómo es esta relación entre Pons y Andrea?

Una tarde encontré a Pons en la biblioteca de la universidad. Se puso muy contento al verme.
—¿Vienes mucho por aquí? Antes no te veía.
—Sí, vengo a estudiar... Es que no tengo libros...
—¿De veras? Yo te puedo prestar los míos. Mañana te los traeré.
—¿Y tú?
—Ya te los pediré cuando me hagan falta. Al día siguiente, Pons llegó a la universidad con unos libros nuevos, sin abrir.
—Puedes conservarlos... Este año han comprado en casa los textos por partida doble.

Yo estaba tan avergonzada que tenía ganas de llorar. Pero ¿qué le iba a decir a Pons? Él estaba entusiasmado.
—¿Ya no eres amiga de Ena? —me preguntó.
—Sí, es que la veo menos, por los exámenes...

Pons era un muchacho muy infantil. Pequeño y delgado, con unos ojos a los que daban dulzura sus pestañas, muy largas. Un día lo encontré en la universidad terriblemente excitado.
—Oye, Andrea, escucha... No te lo había dicho antes porque no teníamos permiso para llevar a chicas. Pero yo he hablado tanto de ti, he dicho que eras distinta..., en fin, se trata de mi amigo Guíxols y él ha dicho que sí, ¿entiendes?

Yo no había oído hablar nunca de Guíxols.
—No, ¿cómo voy a entender?
—¡Ah! Es verdad. Ni siquiera te he hablado nunca de mis amigos... Estos de aquí, de la universidad, no son realmente mis amigos. Se trata de Guíxols, de Iturdiaga principalmente..., en fin, ya los conocerás. Todos son artistas, escritores, pintores..., un mundo completamente bohemio. Completamente pintoresco. Allí no existen convencionalismos sociales..., Pujol, un amigo de Guíxols..., y mío también, claro..., lleva chalina y el cabello largo. Es un tipo estupendo... Nos reunimos en el estudio de Guíxols, que es pintor..., un muchacho muy joven..., vamos, quiero decir joven como artista, por lo demás tiene ya veinte años, pero con un talento enorme. Hasta ahora no ha ido ninguna muchacha allí. Tienen miedo a que se asusten del polvo y que digan tonterías de esas que suelen decir todas. Pero les llamó la atención lo que yo les dije que tú no te pintabas en absoluto y que tienes la tez muy oscura y los ojos claros. Y, en fin, me han dicho que te lleve esta tarde. El estudio está en el barrio antiguo...

Ni siquiera había soñado que yo pudiera rechazar la tentadora invitación. Naturalmente, lo acompañé.
Fuimos andando, dando un largo paseo, por las calles antiguas. Pons parecía muy feliz. A mí me había sido siempre extraordinariamente simpático.
—¿Conoces la iglesia de Santa María del Mar? —me dijo Pons.
—No.
—Vamos a entrar un momento si quieres. La ponen como ejemplo del puro gótico catalán.

A mí me parece una maravilla. Cuando la guerra la quemaron...

Santa María del Mar apareció a mis ojos adornada de un singular encanto, con sus peculiares torres y su pequeña plaza, amazacotada de casas viejas enfrente.
Pons me dejó su sombrero, sonriendo al ver que lo torcía para ponérmelo. Luego entramos. La nave resultaba grande y fresca y rezaban en ella unas cuantas beatas. Levanté los ojos y vi los vitrales rotos de las ventanas, entre las piedras que habían ennegrecido las llamas. Esta desolación colmaba de poesía y espiritualizaba aún más el recinto. Estuvimos allí un rato y luego salimos por una puerta lateral junto a la que había vendedoras de claveles y de retama. Pons compró para mí pequeños manojos de claveles bien olientes, rojos y blancos. Veía mi entusiasmo con ojos cargados de alegría.


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Una sola condición el imperfecto de indicativo: Pepa soñaba que...


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